Las rabietas de mi hijo

septiembre 30, 2009  


A partir del primer año, el niño empieza a gritar con rabia e ira, pero es a partir de los 18 meses cuando empieza a sufrir verdaderas rabietas. Grita, llora, patalea e incluso se revuelca por el suelo. Estos ataques violentos suelen ser repentinos y el motivo que parece provocarlos es muchas veces, para el adulto irrisorio comparado con la amplitud de la reacción.

rabietas de niño

Causas de las rabietas

Las rabietas son una manifestación del conflicto interno que vive el niño, atrapado entre el deseo de independencia y la necesidad de mantenerse unido a sus padres. En principio no son peligrosas y no significan tampoco que el niño tenga mal carácter. El niño exterioriza su malestar de esta manera, lo cual es mejor que si se reprime ya que entonces podría reaparecer más adelante en otras formas más difíciles de reconocer y resolver, como son los trastornos del sueño o los problemas escolares.

Cómo reaccionar ante las rabietas y paletas de su hijo

Lo cierto es que no existen recetas milagrosas ante un niño con conducta rebelde ya que se trata de manifestaciones inherentes al desarrollo del niño en ese período. Así pues, es necesario dejar que se exprese , aunque canalizando sus emociones.

Ante una rabieta se recomienda:

- En primer lugar intentar comprenderle, ya que el niño se encuentra atrapado entre su necesidad de sentirse reconfortado por la presencia de sus padres y su deseo de escapar de su control. Por sí solo no puede resolver esas contradicciones que lo superan, y necesita sentirse comprendido.

Se recomienda argumentar con él, sobre todo el diálogo, ya que aunque no pueda indicarle los motivos de su enojo, si toma la iniciativa y nombra las dificultades que pueden explicar su agresividad le será más fácil responder.

- En segundo lugar se recomienda poner límites. Los conflictos existen siempre. Si bienes inútil, incluso peligroso, responder a la violencia del niño con violencia, aunque por otra parte resulta perjudicial limitarse a adoptar una actitud pasiva y dejarlo hacer lo que quiera con la excusa de evitar conflictos. El niño debe saber que se ponen límites.

- Por último la coherencia es un gran ingrediente para tratar con este tipo de comportamientos. El niño espera apoyo, la participación activa y las demostraciones de autoridad de sus padres. Muéstrenle que no aceptan todo lo que hace y manténganse coherentes en sus actitudes hacia él. Si un día le riñen con severidad por una acción y, al día siguiente, la aceptan sin decir nada, no sabrá a qué atenerse. Lo mismo sucederá si ambos progenitores no adoptan idénticas normas y uno autoriza, por ejemplo, lo que el otro prohíbe. Para sentirse seguro el niño necesita tener puntos de referencia.

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