Esa necesidad imperiosa de comer algo dulce
diciembre 8, 2011
El incremento en la tendencia a comer dulces de las personas durante las últimas décadas es notorio; si bien se observa en ambos sexos, es más frecuente en las mujeres debido a causas hormonales. De esta forma, en los días previos a la menstruación, puede aparecer un estado de ánimo comprendido entre la tristeza y la irritabilidad.
Entre los 20 y los 40 años, las mujeres son las que tienen mayor probabilidad de experimentar alteraciones ya sea en sus estados anímicos (ansiedad, fatiga, nerviosismo, angustia, enojo, etc) como en lo físico (retención de líquido, dolor de mamas, cefaleas, molestias musculares, hinchazón de piernas, etc).
Todos estos síntomas tienen una estrecha relación con las variaciones en los niveles de hormonas femeninas, el estrógeno y la progesterona, y de un neurotransmisor cerebral denominado serotonina, el cual influye en el bienestar de las personas y que participa en el control del apetito.
Si el nivel de serotonina disminuye, pueden desencadenarse episodios de tristeza, irritabilidad y una apetencia excesiva por ciertos alimentos ricos en azúcares, como galletitas, chocolates, golosinas, etc. La mayoría de las mujeres suelen sentirse mejor tras la ingesta de este tipo de alimentos debido a que favorece la síntesis cerebral de serotonina con mayor rapidez.
A su vez, la mujer sufre alteraciones hormonales por cuestiones como el embarazo, el uso de anticonceptivos o la menopausia, que las hace más vulnerables frente a los dulces. Esta necesidad imperiosa de comer “algo rico” responde entonces más a una necesidad química que voluntaria.
Cuando se ingiere una cantidad determinada de dulces, aumenta el azucar en sangre y aumenta la cantidad natural de producción de insulina. La disminución del azúcar en la sangre llevará nuevamente a la persona a la ingesta de dulces, y así sucesivamente.
Investigaciones neurobiológicas confirman que la necesidad de comer “algo dulce” por la noche, responde a un impulso de fuerza difícil de controlar. Durante ese horario, los niveles cerebrales de serotonina son más reducidos y la ingesta de un postre puede colaborar para el aumento de su producción, al menos por un rato.